En un giro inesperado para la historia del comercio global, México ha decidido acelerar los esfuerzos para posicionarse como una alternativa al ya consolidado Canal de Panamá, una de las arterias más vitales del comercio marítimo mundial.
El país ha trazado una estrategia ambiciosa, respaldada por una inversión inicial de 7.5 mil millones de dólares, que busca transformar el Istmo de Tehuantepec en una ruta clave para el transporte de mercancías. Con el nombre oficial de Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT), este megaproyecto ferroviario promete desafiar los límites de lo que se consideraba posible en el ámbito del comercio y la geopolítica.
Ubicado en el corazón de México, el Istmo de Tehuantepec es un territorio clave entre el océano Pacífico y el Atlántico, una franja de tierra que siempre ha sido vista como el puente natural entre ambos océanos. Durante siglos, ingenieros, políticos y visionarios han considerado la posibilidad de utilizar esta ruta para crear un paso alternativo que conectara los dos océanos, pero el sueño nunca llegó a materializarse de manera efectiva. Sin embargo, con la creciente vulnerabilidad del Canal de Panamá, que ha experimentado graves retrasos en los últimos años debido a la crisis climática y las limitaciones de infraestructura, México ha decidido tomar las riendas de la situación.
La expansión del Canal de Panamá, inaugurada en 2016, representó un hito de la ingeniería moderna, permitiendo que los buques más grandes, conocidos como “Neo Panamax”, pudieran cruzar esta histórica vía. Sin embargo, el impacto de fenómenos naturales como las sequías y el cambio climático ha demostrado que la infraestructura de la vía acuática no es infalible. En 2022, el Canal se vio obligado a limitar el paso de embarcaciones debido a la bajada de los niveles de agua en el Lago Gatún, lo que generó demoras de semanas en la espera de los cargueros. Este tipo de situación ha planteado interrogantes sobre la dependencia mundial de una sola ruta comercial tan vulnerable.
México, en este contexto, se ha propuesto dar un paso hacia adelante con el CIIT, un proyecto que no solo es una solución para el transporte de mercancías, sino también una apuesta estratégica por un lugar destacado en el tablero geopolítico global. El gobierno mexicano pretende, mediante una línea ferroviaria de alta velocidad de unos 300 kilómetros de largo, ofrecer a las empresas navieras y a los centros de distribución una alternativa viable para transportar bienes de un océano a otro sin depender exclusivamente de la ruta panameña. El plan es crear una conexión ferroviaria que permitiría que los barcos descargaran sus contenedores en los puertos de Salina Cruz, en el Pacífico, y Coatzacoalcos, en el Golfo de México, para luego ser transportados por tren a su destino final, reduciendo el tiempo y el riesgo asociado con las rutas marítimas tradicionales.
Para que el CIIT se convierta en una opción competitiva, no solo basta con la construcción de una línea ferroviaria. El proyecto requiere una profunda modernización de los puertos en ambos extremos del Istmo, y la creación de una infraestructura logística que sea capaz de manejar el volumen de carga que se estima. Además, aunque la iniciativa es ambiciosa, la historia del ferrocarril en la región tiene antecedentes que datan de principios del siglo XX. Ya en 1907, se construyó una primera línea ferroviaria para conectar ambos océanos, aunque la construcción del Canal de Panamá y el posterior abandono del proyecto dejó la línea ferroviaria en desuso. Hoy, 113 años después, el ferrocarril necesitará una reconstrucción total para ser eficiente y competitivo.
México, con este proyecto, no solo busca diversificar sus rutas comerciales y ser un actor clave en el mercado global, sino que también se enfrenta a la tarea de posicionarse como un socio fiable y robusto en el escenario internacional. En un mundo cada vez más interdependiente, con cadenas de suministro globales sujetas a incertidumbres políticas y ambientales, el Corredor Interoceánico podría ser la clave para diversificar los flujos de mercancías a través de una nueva alternativa en el cruce de los océanos.
Sin embargo, el reto que enfrenta México es monumental. Desarrollar la infraestructura ferroviaria de alta velocidad y conectar eficazmente los puertos requiere un nivel de inversión y colaboración internacional que aún está por ver si se logrará. El tiempo dirá si el sueño mexicano de desafiar al Canal de Panamá se convierte en una realidad, pero, sin duda, el país ha dado un paso valiente en su aspiración por convertirse en un líder en comercio global. En la historia de la humanidad, las decisiones de este tipo han cambiado el curso de los acontecimientos, y, en este caso, el Istmo de Tehuantepec podría marcar un antes y un después en la historia del transporte interoceánico.
